Ricardo Gómez Giraldo
Simón Bolívar no solo fue el gran guerrero que nos dio nuestra independencia. Fue un intelectual que en las decenas de miles de kilómetros recorridos a caballo siempre tuvo consigo una amplia biblioteca en la que bebió de los teóricos de la democracia y el liberalismo europeo y norteamericano.
Dice su última y quizás mejor biografía, escrita por John Lynch, que prácticamente todas sus acciones primero fueron teorizadas por él mismo. Sus cartas, proclamas y discursos dejaron testimonio de ello y por eso hoy podemos entenderle. |
La causa de Bolívar fue doble: la independencia y la igualdad entre el pueblo americano. Por eso fue el primero que liberó a los esclavos, muchos años antes que los demás criollos.
Este idealismo, sin embargo, no le impidió una gran dosis de realismo –su otra marcada característica, que le costó enemigos y hasta un cierto desprestigio en la historia política colombiana, ya que, al final, no fue tan liberal como sus libros e ideales le indicaban. “Era demasiado realista para creer que estaba en sus manos modificar la estructura social de América mediante leyes o imponiendo políticas”, explica Lynch.
Mientras en Norteamérica, la sociedad avanzaba hacia una sociedad democrática e igualitaria gracias a un sistema de educación igual para todos (salvo los esclavos) la nuestra no era una sociedad homogénea.
Sobre esto, escribió: “En Colombia hay una aristocracia de rango, de empleos y de riqueza equivalente, por su influjo, pretensiones y peso sobre el pueblo, a la aristocracia de títulos y de nacimiento aún a la más despótica de Europa… Aunque los criollos hablen de libertad y de garantías es para ellos solos que las quieren y no para el pueblo; quieren también la igualdad, pero para elevarse y aparearse con los más caracterizados, pero no para nivelarse ellos con los individuos de las clases inferiores de la sociedad: a estos quieren considerarlos siempre como sus siervos a pesar de todo su liberalismo”.
Durante mucho tiempo la independencia no cambió en forma significativa las condiciones de vida y de trabajo de la población. “Ahora eran los criollos quienes estaban en el poder, las mismas familias que se habían manifestado en contra de que la universidad, la iglesia, la burocracia y el ejercito abrieran sus puertas a los pardos (…). La estructura social no experimentó más que un cambio marginal”, es algo que no solo dice Lynch sino la gran mayoría de historiadores, politólogos y sociólogos que han estudiado a Colombia.
Si bien Colombia en dos siglos, afortunadamente, es un país que ha cambiado bastante en todos los sentidos, soy de los que creo que aún tenemos profundas tareas pendientes de equidad y movilidad social.
Es cierto que hoy la cobertura en educación primaria se acerca al 100% y que ha aumentado la de secundaria. Pero hay un problema de fondo: no tenemos un sistema de educación, como lo tiene Francia, Corea del Sur, Estados Unidos o cualquier otro país de alto desarrollo social y económico, sino al menos dos sistemas de educación: el público y el privado. Entre ambos hay tantas diferencias de calidad, docencia y recursos que, desde los primeros años de preescolar y primaria, la sociedad está dividida y el ciudadano irreparablemente diferenciado en los llamados estratos sociales.
Si existiere la voluntad política y social, mucho se podría hacer para lograr una educación más homogénea e incluyente. Hace unos diez años, por ejemplo, el Alcalde Peñaloza en Bogotá construyó 20 colegios en los barrios más pobres de la ciudad para ser administrados por los mejores colegios privados de la capital. El plan era hacer lo mismo con otros 30 colegios, nivelando por lo alto a todos los niños.
El alcalde siguiente, sin embargo, supuestamente de un partido y un origen más popular pero con argumentos más bien pobres, decidió no continuar con el plan. Se pregunta uno entonces si, después de 200 años de fundada, hay voluntad real de toda la sociedad de construir una sociedad más igualitaria, menos excluyente.
*Columna de opinión publicada en la edición del 15 de julio del 2010 en el periódico La Patria, de Manizales.