¿Y después de la paz, qué?

Ricardo Gómez Giraldo
Rector de la Universidad de Caldas
Columna publicada en La Patria (24/8/2013)


Rector

El desafío actual es firmar un acuerdo de fin de conflicto en La Habana, pero los retos mayores para los colombianos vendrían luego de lograrlo. Sabemos que no es fácil que Gobierno y Farc se pongan de acuerdo, menos aún si tampoco el interior de cada una de esas partes consigue alinearse.

 

No obstante, el manejo posterior al acuerdo nos enfrentará de nuevo con las tareas inconclusas de construcción de nación. Esta alerta quedó clara en el Foro Nacional sobre el Postconflicto, organizado por los Gobernadores de Colombia y la ESAP en Medellín, el pasado 15 de agosto del 2013.

Fue sorprendente el alto nivel con el que fue tratado el tema, especialmente por los gobernadores de Tolima, Cauca, Cundinamarca y Antioquia, cuyo liderazgo y análisis fueron sorprendentes. También hubo expertos nacionales e internacionales, que complementaron las reflexiones, todo con destacable calidad.

Se preguntaban todos si estamos preparados para la paz, para el postconflicto. La respuesta generalizada: no.

El expresidente Belisario Betancur dijo que en los 80 nadie estaba preparado para la paz y que Carlos Pizarro reconoció su inmadurez con la toma del Palacio de Justicia. Los gobernadores mencionados también dudan que realmente la sociedad esté preparada, aunque otros creen que sí. Lo cierto es que los enemigos de la paz son fuertes.

El negociador guatemalteco Vinicio Cerezo dijo que es más difícil el postconflicto que el conflicto, porque implica literalmente aprender a trabajar con el enemigo. Implica aprender a respetar las reglas de la democracia, sin acudir a la violencia. Implica reconocer la centenaria exclusión social del país y promover un proyecto de nación donde todos realmente estemos incluidos.

La confianza institucional es la gran talanquera. Los expositores dijeron que la corrupción local principalmente -como si no fuera suficiente con la nacional- es un gran enemigo de un exitoso postconflicto. Según el gobernador del Tolima, la gente no cree en sus gobernantes «porque le hemos quedado mal al país».

Por otra parte, se dijo que hay hastío con la guerra, pero también con el centralismo, con los partidos desconectados del país y un establecimiento (élites, tradiciones) que no cree que haya desigualdad. La sociedad ha tomado conciencia de la necesidad y oportunidad de la paz, y ya reconoce y exige hoy en día sus derechos.

Decía en el foro la politóloga Claudia López, que el postconflicto no puede ser exitoso si no hay cambio en la estructura tributaria y cantidad de recaudo tributario. Los más ricos de Guatemala han mantenido una histórica resistencia a pagar impuestos. Cobrarles ha tumbado presidentes. En efecto, es un obstáculo para la paz un estado sin recursos suficientes, donde los más poderosos no sean solidarios, vía contribuciones fiscales.

La politóloga también mencionaba que hay que reconocer que la institucionalidad ha fallado, que las autoridades gobiernan una parte del territorio y que actores ilegales gobiernan otra.

En la presidencia de Belisario Betancur (1982-1986) se hizo una larga lista de municipios «no integrados al país», sin institucionalidad. 30 años después, el balance es que el 65% de los priorizados para ser integrados a las instituciones del país siguen en la lista del presidente Santos.

Sergio Fajardo, gobernador de Antioquia, insistió en que hay que permitir que se reconozcan las víctimas en cada pueblo, en cada comunidad, según la manera de sentir el dolor en cada cual. Complementó Alan Jara al insistir que debe haber memoria sobre las víctimas.

Obviamente se insistió que el sector rural es prioridad y las vías son claves. Se mencionó que donde no hay vías terciarias, no hay institucionalidad y que, además, debe haber educación de alta calidad hasta en el último rincón del departamento más olvidado de Colombia.

Colombia tiene la más larga experiencia de guerra, pero también es la zona del mundo con más procesos exitosos de paz: ocho grupos armados desmovilizados. El problema es que hemos desmovilizado a estos grupos, pero no hemos incorporado e integrado regiones.

La integración debería ser el mantra, en el sentido de integrar regiones, integrar excombatientes, integrar víctimas. Nos queda entonces una conclusión -que es un reto también- expresado por Claudia López: ni los gobernadores ni los políticos van a llevar el Estado a las regiones, solo lo lograrán llevar los ciudadanos que exijan.

Así que la tarea es nuestra, el reto es grande y hoy es el momento de asumirlo.

 

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