El sentido de los estudios universitarios
Carlos Alberto Ospina Herrera
Rector de la Universidad de Caldas
En estos momentos que, por los juegos de la vida, me ha correspondido el honor de estar por unos meses en la dirección de nuestra Universidad, tengo además la fortuna de presidir las ceremonias de graduación como las que hoy vivimos. No sé si la alegría que ahora sentimos todos, es la misma que como rector se siente en el momento en el que se firman, uno por uno, los diplomas de sus estudiantes cuando han culminado satisfactoriamente todos los requisitos institucionales exigidos para acreditarlos como profesionales; lo cierto del caso es que cuando ello ocurre, uno se siente haciendo parte de todos quienes con su esmero, dedicación, esfuerzo y sufrimiento han trabajado durante años para cumplir anhelos personales y en cada uno de ustedes, jóvenes profesionales y posgraduados, con las más elevadas tareas misionales de la Universidad, cuales son las de formar cientos de jóvenes colombianos como profesionales, especialistas e investigadores; y preparar mujeres y hombres para servir a la sociedad y al país. Esas son las tareas misionales que la sociedad le ha encargado a la Universidad; pero también los padres de familia, los hermanos, los amigos, los seres queridos que conviven en el mundo de cada uno de ustedes, todos ellos, a su modo, han contribuido y contribuyen sin cesar, a darles forma a la persona que hoy son.
Conociendo la capacidad administrativa, y los valiosos recursos humanos y técnicos de nuestra Universidad, la que durante estos 71 años de vida institucional no deja de estar preparándose para ofrecer, cada vez, una formación de la más alta calidad como la que hoy está en condiciones de mostrar, reconocida además por numerosos indicadores de calidad, no nos cabe duda de que ustedes han sido modelados como profesionales competentes, capaces de desempeñarse con éxito en las labores y responsabilidades propias de sus profesiones. Eso no quiere decir que en la Universidad ya han aprendido todas las competencias y habilidades que habrán de exigir el desempeño laboral cotidiano; significa que pese a no poder mostrar de inmediato sus destrezas e ingenio, a ustedes la universidad les imprimió una potencialidad que solo está esperando la primera oportunidad para desplegarse y hacerse presente. Quiere decir, ustedes pueden experimentar con orgullo la capacidad para ejercer una profesión y sentir, en más de una ocasión, que ya cuentan con el talento de poder afirmar en adelante, para sus adentros, “no sé nada de ello, pero estoy en capacidad de hacerlo”.
Así, entonces, igual que sus propios maestros, quienes en verdad comenzaron a aprender solo cuando tuvieron que enseñar, en el momento en el que ustedes tengan que enfrentar retos laborales jamás previstos o esperados, tomarán plena conciencia de la nueva forma que adquirieron con lo que aprendieron en la convivencia cotidiana con maestros y compañeros en nuestras aulas, laboratorios, parques, auditorios, cafeterías, etc. Tomarán conciencia de lo que significa adquirir otra forma de ser y de sentir la vida, vale decir, tomarán conciencia de la formación adquirida con nosotros.
Habida cuenta de ello tampoco nos cabe ninguna duda de que desde cuando ingresaron a la Universidad hasta el día de hoy, muchas cosas han cambiado en sus vidas, y la más fundamental es que ustedes mismos, como acabo de afirmar, han transformado sus modos de ser y de pensar. La pregunta importante ahora es ¿han cambiado para mejor o para peor? La pregunta toca directamente no con sus competencias técnicas, científicas o profesionales, sino con la responsabilidad con sus familias, con la sociedad y con el país; con su aporte personal a la alegría o la desdicha de los demás. El título, es cierto, acredita a una persona como poseedora de un determinado saber y de la idoneidad suficiente para desempeñarse en una profesión determinada. Detrás de un título se ocultan años de preparación universitaria y el cumplimiento de requisitos formales, pero también la realización de viejos sueños personales o la frustración y la desesperanza. En cualquier caso, denota un proyecto de vida que se va cumpliendo y una existencia que se ha moldeado un modo de ser y de estar en el mundo. Por eso la escogencia de profesión –incluso cuando es el resultado de presiones familiares y sociales- es, a la vez, la escogencia de un estilo de vida futura y de maneras de actuar en el mundo, caracteres estos que salen a relucir mejor cuando tal escogencia responde a una vocación de servicio a la sociedad. Aunque con nuestras profesiones podemos aportar mucho al desarrollo económico del país y al de empresas productivas o de servicios, no podemos olvidar que sobre todo hay que buscar el desarrollo y cuidado de la persona que somos cada uno de nosotros; porque también hay quienes, por desgracia, pueden estar pensando en aprovechar su saber profesional o especializado para apropiarse de los recursos públicos o para, de manera habilidosa, engañar al otro y sentirse el más vivo de la gallada.
Es por ello que cabe la pregunta ¿cuál va a ser, joven profesional y señor posgraduado, su verdadero aporte al bienestar de su familia, que tantas esperanzas ha puesto en usted; a la convivencia ciudadana, a unas mejores condiciones de vida para nuestros conciudadanos, a consolidar una sociedad justa, a un país mejor; a fortalecer nuestra democracia y a cumplir con los anhelos individuales y colectivos de paz y bienestar? Nuestras universidades colombianas cada período académico gradúan cientos de miles de nuevos profesionales, como la Universidad de Caldas que hoy entrega el título a 400 de sus egresados, y durante estos tres meses cuando he tenido la gran y honrosa responsabilidad de estar en la rectoría he firmado cerca de 300 diplomas más; es evidente que un país que gradúa tantos profesionales tiene que cambiar, y uno esperaría que cada vez fuese para mejor y no para peor.
Precisamente esta semana contamos con la visita del exrector de la Universidad Nacional de Colombia y reconocido investigador, Moisés Wasserman, quien afirmaba algo que hoy merece tenerse en cuenta de manera especial. Decía él que la Universidad es un referente moral muy importante para una sociedad, y alcanzar metas como las que ustedes logran en este momento, es muestra de éxito moral, muy diferente a las muestras de éxito inmorales que en tiempos recientes nos ha tocado sufrir en Colombia. Y es obligación nuestra, de todos nosotros, cuidar que la Universidad siga siendo ese referente en el que aún podamos tener esperanzas de alcanzar una vida en común mejor para todos.
Otra buena manera de responderle a nuestro país, a nuestros seres queridos y a nuestra gente, es saber combinar el saber científico profesional con la vocación de atender a las necesidades reales y cotidianas, las de cada día que son las que en realidad hacen amarga y dura nuestra vida o nos la alegran. Albert Einstein afirmaba que “los molinos científicos son los que más demoran en moler el grano”, y es porque muchas veces la soberbia, el engreimiento y el convencimiento de que somos los portadores de la verdad del mundo, nos convierte en fuente de amargura para los otros, en lugar de ser su apoyo solidario y afectivo. No demoremos, entonces, en moler pronto el grano cuando nuestra gente reclama algo para comer, en lugar de estar dando explicaciones sobre la vergonzosa inequidad de nuestro país y no dejemos de atender a quienes reclaman nuestra compañía real, por estar teorizando sobre la soledad que todos conocemos vive el hombre moderno. En síntesis, no olvidemos que hacernos profesionales y aprender más cosas que otros, sólo tiene sentido si ello tiene efecto en nuestro modo de vivir, en nuestra propia vida y en la de los demás; y el efecto esperado es que la vida individual y social cambie para que, en medio de las dificultades propias que conlleva la existencia, se haga menos dura y más amable.
Les aseguro, nuevos jóvenes profesionales y señores posgraduados, que si aprendemos lecciones tan simples, también descubriremos que hacernos profesionales, científicos o técnicos con el genuino interés de mejorar el mundo natural y humano -no de degradarlo o de envilecer nuestras relaciones personales, o alterar nuestra convivencia pacífica- es una buen manera de poder mejorar nosotros mismos y de contribuir a crear mejores condiciones de vida a los ciudadanos de nuestro país. Como sabemos que ustedes, como egresados y profesionales titulados de la Universidad de Caldas, tienen el sello de calidad de nuestros procesos de formación, y además con ustedes siempre irán las trazas de los días que durante estos años vivieron cotidianamente en nuestros campus y recintos, nos sentimos partícipes de la alegría que hoy sienten con sus familiares y amigos, ellos seguramente por ver premiados grandes esfuerzos, y nosotros porque sentimos haber contribuido de la mejor manera para que enfrenten el mundo y la vida mejor preparados que cuando llegaron por primera vez a nuestras aulas.
De nuevo felicitaciones, igual para sus familias; y los mayores deseos para que ojalá encuentren pronto la oportunidad de demostrar todo lo que pueden hacer con lo mejor de ustedes mismos.
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